De los jueces casi nunca sabemos nada. No se prodigan mucho. Estamos más acostumbrados a ver a abogados o fiscales asomarse a la televisión y a los diarios para hablar de tal o cuál caso y expresar su opinión según convenga. Pero de los jueces no se sabe si tienen una opinión que convenga.
En los cinco años de bochorno que ha tardado la antipolítica del PP y del PSOE en desbloquear el Consejo General del Poder Judicial hemos aprendido una cosa: lo que sí tienen los jueces es etiqueta. En la imagen vemos a la magistrada María Isabel Perelló Doménech en el instante de tomar su cargo como nueva presidenta del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo. Lo de instante es un eufemismo. Lo primero que nos han contado de ella es que en su etiqueta pone que es progresista. Desconozco si la etiqueta ofrece información en porcentajes, de la misma forma que el sector textil separa el algodón del poliester. Así podríamos saber, por ejemplo, si este o aquel magistrado es 60% progresista y 40% conservador. O cualquier otra combinación ideológica.
De modo que Feijoó y Sánchez se han paseado un lustro entre jueces, como si estuvieran en el Zara. «Mira”, debía decir Feijoó, “en ésta pone que éste es muy progresista y no me combina nada bien con el yate”. “Pues a mí”, parecía contestar Sánchez, “esa conservadora que has elegido me hace muchas arrugas en la pernera». El comportamiento de PP y PSOE nos impide saber si la etiqueta de los jueces viene colgada, como en la ropa, o impresa en el trasero, como pasa con los juguetes. La ventaja de que venga colgada es que siempre puedes cambiártela por otra, según convenga. En cambio los juguetes son otra cosa.
Volviendo a la fotografía observamos al Rey Felipe VI de perfil y en los márgenes de la imagen, que es como estar en los márgenes de la actualidad, donde, por otra parte, más cómodo debe sentirse un monarca en nuestro siglo. Entrecierra la mirada hacia la magistrada, como si quisiera encontrar alguna información en su etiqueta que no sabemos predecir. ¡El porcentaje!