Ahí lo tienen, en la imagen. El ébola es el filamento azul, no el fondo rosa. El fondo es parte de alguien que no conocemos ni sabemos cómo estará, pero hay hasta un noventa por ciento de posibilidades de que esté criando malvas, según la tasa de efectividad del filamento. No es un producto autóctono español, es importado, como la piña de Costa Rica o el reguetón dominicano, sólo que, para consumirlo, en lugar de comértelo o bailarlo hay que pasarlas canutas de fiebre y hasta morirse. Lo ha importado nuestro gobierno, especialista en no solucionar problemas, sino en crearlos. Con la que está cayendo.
Sólo hubo unos valientes que dijeron que repatriar a los infectados era una locura. Que un gobierno debía «pensar en grande» y valorar si por salvar a un individuo que probablemente no tuviera salvación había que poner en riesgo a la comunidad. No los escuchamos. Hicimos lo de siempre, mirar con cara de bobos el telediario, ponernos en el lugar de los afectados, ser buenos chicos y confiar tranquilos en eso que llaman «el protocolo». Pues bien, ahora nos enteramos de que el protocolo no es suficiente que, además, hace falta que quién lo aplica cuente con la formación e instrumentación suficiente. Somos unos lumbreras.
Descubrimos ahora que el Hospital Carlos III tiene nivel epidemiológico 3 y que para tratar el ébola necesitamos unas instalaciones nivel 4, de las que carecemos. Nos cuentan ahora que por muy buenos que sean nuestros profesionales, es necesaria formación concreta para trabajar alrededor de un virus tan peligroso, pues el protocolo te dice cómo quitar la tuerca pero no dice nada sobre qué hacer cuando te encuentras la tuerca torcida. Para eso hace falta experiencia. En realidad todo esto también hubo quién nos lo dijo, pero no les escuchamos.
Pero no pasa nada. No se preocupen. Nos conformaremos con que se aplicó el protocolo, qué le vamos a hacer, las cosas son así. Volveremos a obviar que alguien ordenó hacerlo en unas instalaciones inadecuadas y con un personal sin experiencia. Seguiremos mirando al telediario con cara de bobos y el termómetro en la mano. Observaremos, antes de agarrar, la barra del vagón de metro por si vemos algo sospechoso con forma de filamento azul o, peor aún, con cara de Ministra de Sanidad.